Relación de la Junta de Corporaciones celebrada el día 6 del presente. Relativo a la discusión sobre la legitimidad del gobierno. Firmado por Antonio José de Irisarri

 

 

Nada debe ser más conveniente en los Gobiernos populares, que la ilustración del pueblo en sus peculiares negocios. Por esto en España se dan al público las discusiones de las Cortes, con expresión de las opiniones particulares de los Diputados; y este ejemplo lo tomaron los españoles de las naciones más ilustradas del mundo. Los que sirven al pueblo deben dar cuenta al pueblo mismo de su conducta. De esta suerte, los Buenos tienen la satisfacción de hacer ver su justicia, y los débiles son conocidos sin la menor equivocación. Demos, pues, cuenta por la primera vez a los pueblos de Chile, y a todo el mundo, del celo con que desempeñan sus encargos los funcionarios públicos.

 

El día 6 del corriente fueron convocados en la sala del Gobierno, los tribunales, corporaciones y prelados de la capital, para resolver la providencia que se debía tomar en las críticas circunstancias en que se halla la Patria. El Gobierno hizo presente a aquella Asamblea, que se vela en la precisión de renunciar su cargo, porque lo consideraba ilegítimo; porque siendo esta opinión demasiado general y bien fundada, no podía contar con la aceptación de los pueblos, que conviene en todos tiempos, para manejar con acierto los arduos negocios del Estado. Se leyeron los votos de los Vocales del Gobierno y del Senado, de los cuales resultó que todos, excepto don Francisco Ruiz Tagle y don Manuel Araos, eran de opin1ón que se convocase al pueblo para que dijese si era su voluntad que quedase todo en el estado en que se halla, o determinase lo que juzgara conveniente. El Senador Henríquez manifestó en un breve discurso, la nulidad del reglamento constitucional, y la violencia que se hizo a los pueblos en las elecciones de Gobierno y Senado, concluyendo con que se hiciese nueva elección popular. Después de esto pidió el Presidente de la junta los votos de las Corporaciones, y fueron por el orden y al tenor siguiente:

El Regidor don Antonio José de Irisarri dijo: que creía no hubiese un solo hombre de bien sobre la tierra, que dejase de confesar la nulidad de la constitución y de las elecciones del Gobierno, del Senado y del Cabildo; que todo había sido obra de la violencia, de la fuerza y de la arbitrariedad; que los pueblos sólo podían darse por satisfechos del ultraje que habían recibido, reponiéndoles en el goce de sus derechos, para que eligiesen sus gobernantes con entera libertad; que si se temía la demora que necesariamente bahía de traer una convocación general, se nombrase interinamente el Gobierno por los sufragios de la capital, haciendo entender a los demás pueblos del Estado, que las circunstancias no permitían consultar la voluntad de todos ellos; que siendo la constitución nula a incapaz de proporcionar el bien del Estado, no merecía la menor consideración; y que el Senado, que era un cuerpo que nada podía influir en el buen manejo de los negocios de la Patria, y cuyas facultades no estaban bien determinadas en la constitución, debía suspender sus funciones en el momento, hasta que el pueblo determinase lo que fuese de su soberano agrado; que todo esto podría quedar evacuado en el día, citando para aquel mismo lugar a todos los vecinos padres de familia, y reputados ciudadanos.

 

El Regidor don Silvestre Lazo dijo: que la nulidad del Gobierno, del Senado y del Cabildo eran demasiado conocidas para detenerse en hablar de ellas; que se conformaba con la citación del pueblo, para que votase libremente por los individuos que quisiese emplear en estos destinos.

El Regidor don Matías Mujica dijo: que su voto era el del anterior.

El Regidor don Miguel Ovalle dijo: que a pesar de que conocía la nulidad del Gobierno y del Senado, creía que no se debía tratar de otra cosa que de nombrar el vocal que faltaba en la junta, y que esta elección se hiciera por el pueblo.

El Procurador General de Ciudad don Anselmo de la Cruz dijo: que la nulidad de que se trataba era una cosa de poco momento; que desde Adán hasta hoy todos los Gobiernos del mundo habían sido tan ilegítimos como el nuestro, a excepción del de Saúl, que fue ungido por el Señor; y que en esta virtud era de opinión que todo siguiese como hasta aquí, y que solo se procediese a nombrar el vocal que faltaba por el Senado.

El Regidor don José Maria Guzmán dijo: que creía de necesidad que se pusiese al pueblo en libertad Para que eligiese Gobierno, Senado y Cabildo.

El Regidor don José Maria Rozas repitió los vicios de la constitución y de las elecciones; dio al Gobierno las gracias por haber proporcionado al Estado de Chile un día tan glorioso, en que después de tanta opresión se permitía a los hombres hablar con su corazón y conforme a los principios de la libertad; dijo que su voto era que se convocase al pueblo Para que se procediese a elegir libremente sus funcionarios; y que esto se podía verificar por medio de los Inspectores y Prefectos de Policía, sin exponer la ciudad a la menor inquietud.

El Regidor Secretario don Timoteo Bustamante dijo: que conocía la nulidad de todo lo que se había obrado desde la extinción del Congreso; Pero que creía conveniente la continuación de todas las cosas presentes hasta que variasen las circunstancias actuales. Se le arguyó por el Senador don Juan Egaña con la dificultad de que había seis vocales, no debiendo ser más que tres, y le pidió dijese cuales eran los que debían gobernar. Entonces contestó que se conformaba con el voto de don José Maria Rozas.

 

Los Regidores don Antonio Hermida y don Juan Francisco Barra expusieron su voto por la nueva elección popular, conformándose con cuanto había expuesto el Senador Henríquez.

Los Alcaldes don Jorge Godoy y don Joaquín Trucios, votaron al tenor de los dos Regidores anteriores.

Los Prelados de la Merced, San Agustín, San Juan de Dios y Santo Domingo votaron conformes por la elección popular.

El Padre Custodio de San Francisco, Fray F. Bauza, dijo: que se conformaba con el voto del Procurador de Ciudad.

El Prior del Consulado don Pedro Nolasco Valdés dijo: que se conformaba con el voto de don José Maria Rozas.

El Cónsul don José Mariano Astaburuaga dijo: que era de la misma opinión y del mismo voto del Senador Henríquez.

El Cónsul don Agustín Gana dijo: que su voto era que continuasen todas las cosas en el estado actual, hasta la reunión del Congreso, que debía, convocarse a la mayor brevedad.

El Prefecto don José Maria Ugarte dijo: que se conformaba con los votos de los Senadores Egaña y Henríquez.

El Prefecto don Francisco Javier Errázuriz dijo: que su voto era el del Senador Henríquez.

El Administrador del Banco de Minería don José Ureta dijo: que se conformaba con el voto del Procurador de Ciudad.

El Diputado de Minería don Feliciano Letelier dijo: que su voto era conforme al de don José Maria Rozas, agregando que se diese un manifiesto a los pueblos del Estado, en que se les hiciese ver que la necesidad había obligado al vecindario de esta capital a elegir por sí solo sus gobernantes, sin esperar el voto general de todos.

El Comandante de Voluntarios don José Santiago Luco dijo: que era del mismo voto que el Senador Henríquez.

El Coronel don Manuel Barros dijo: que era de la misma opinión del Procurador de Ciudad, y que sólo se procediese a nombrar el vocal que faltaba en el Gobierno, debiendo recaer esta elección en un militar:

El Prefecto don Mariano Lefevre dijo: que se conformaba con el voto de don José Maria Rozas.

El Comandante de Artillería dijo: que conocía la nulidad de la constitución, del Gobierno y del Senado; pero que creía que era conveniente no hacer novedad en nada; que no se separase el Gobierno del Senado, y que solo se eligiese por ambos cuerpos el vocal que faltaba en el primero. Dijo en seguida que el entendía que toda la mutación que se trataba de hacer era para que su familia que tiene actualmente la fuerza, no se hiciese más formidable al pueblo, pero que desde luego é1 aseguraba sobre su palabra de honor, que luego que se concluyese la actual guerra, o antes, dejarían él y sus hermanos el mando de las armas, y se irían fuera del reino.

El Brigadier don Ignacio de la Carrera dijo: que su voto era el mismo de don Manuel Barros.

El Canónigo don José Antonio Errázuriz dijo: que se conformaba con el voto del Comandante de Artillería don Luis de la Carrera.

 

El Juez de apelaciones don Gabriel Tocornal dijo: que no le parecía era tiempo oportuno para tratar de nuevas elecciones, y que se nombrase solamente por el Senado el vocal que faltaba en el Gobierno.

El juez de apelaciones don Ignacio Godoy dijo: que le parecía bastante legítimo el actual Gobierno; que sólo se tratase de nombrar el vocal que faltaba, lo cual debía hacer el Senado.

El Decano del Tribunal de Apelaciones don Lorenzo Villalón, dijo: que no debía ponerse en cuestión la nulidad de la Constitución, del Gobierno, del Senado y de cuanto se había hecho en aquella época, porque esto era demasiado notorio y manifiesto; pero creía no era el tiempo conveniente de hacer innovaciones, conformándose como el señor Gana, con que a la reunión del Congreso, que debía convocarse prontamente, quedaría todo remediado.

Al tiempo de leerse por el secretario don Mariano Egaña esta votación, se retractaron de sus respectivos votos el Prefecto Lefevre, los Regidores Mujica y Bustamante y el Prior de San Agustín, diciendo que volvían a votar por que continuasen las cosas como estaban actualmente. Omito por ahora varias particularidades de aquella asamblea, porque pueden proporcionarnos materia para discurrir en los números siguientes. Podrán tal vez quejarse de mi poca prolijidad algunos señores de los que votaron en aquella sesión; pero deben advertir, que no siendo posible conservar en la memoria tantas y tan diversas especies, no hago poco en referir lo sustancial. Ahora dejaremos a cada cual que pese las razones expuestas en la Junta de Corporaciones, y haga sus cálculos para cotejarlos después con el resultado. Yo me contentare con demostrar a mis lectores, que la opinión vertida en el número anterior de este periódico, no es original, pues hemos vasto que toda la Junta del día 6 del corriente, a excepción de dos individuos, Convino en las mismas ilegitimidades que anunció el autor del Semanario.

 

Aquel número salió a luz el día 8, y la asamblea se había celebrado el 6. Es visto que tampoco pudo influir aquel papel en las opiniones de las Corporaciones y Tribunales. Es visto que el autor del Semanario no ha mentido, y que sí lo ha hecho aquél que achaca este vicio a mis escritos. Yo espero con la mayor impaciencia la impugnación de mi numero 10: Dicen que ya tiene seis fojas de papel escrito; pero aunque ella saque seis resmas, no se cómo pueda tener la virtud de anular unos hechos, que constan a todo el mundo. Puede ser que el autor tenga una retórica tan sublime, que persuada a los hombres a que es falso cuanto han visto, han oído y han tocado; pero no creo que tendré que contender con un antagonismo tan terrible. Mis verdades ramplonas saldrán siempre más airosas que sus aliñadas mentiras.

 

Mientras esto se verifica, permítame sacudirme un poco de cierto borroncillo que se me pretende echar encima, en desquite de las verdades que dije sobre la nulidad de la Constitución, del Gobierno, del Senado y del Cabildo. Se ha dicho que mi papel es tan indecente como su autor, que es obra de una facción y que tiene miras siniestras. Esto no se dijo tan distante de la plaza, que pudiéramos dudar que fuese en público. Contesto, pues, que en cuanto a la indecencia del papel, no aprecio otra calificación, que la de los hombres sensatos a imparciales, y miro con la mayor serenidad los dicterios insignificantes de la rabia y del despique. En cuanto al autor, no se por que le venga bien la indecencia; porque el anda bien vestido y a su costa; no es tan feo que de risa, ni tan presumido de lindo que de bascas. El a nadie debe nada; Jamás ha dado petardos a ninguno; a alma nacida ha robado, ni muerto. Si anda con un zapato roto, y por esto se llama indecente, sépase que tiene un callo, que le incomoda macho; y que de buena gana se lo diera al más pintado. En Cuanto a haberle llamado faccioso, es may cierto que lo es, si por facción se entiende, como creo, ser del partido del pueblo, y may contrario del despotismo y de la arbitrariedad. El jamás ha pretendido empleos, ni rentas; el ha servido en cuanto le han ocupado sus conciudadanos sin aspirar a otro premio que al agradecimiento general; el no es un hombre rico, ni tampoco es un grande CABALLERO; pero siempre ha tenido abierta su bolsa para socorrer las necesidades de la Patria, a la par del más pudiente. El jura desde ahora; por lo más sagrado que hay en el cielo y en la tierra, no admitir jamás empleo publico, de honor ni de rentas; el ha renunciado los que tenia y solo pretende dedicarse desde hoy a escribir bien o mal, como Dios le ayude, sus pobrecillos Semanarios, que no dejan de hacer su labor. El único defecto, que se conoce en si mismo este faccioso, es ser algo aficionado a escribir. Dios lo saque con bien, y le libre de las con testaciones ásperas, que suele traer este ejercicio.


            En cuanto a las miras siniestras, que se le achacan, dice, que esto es lo más salado del mundo. El que pretende en un sistema liberal que recobre el pueblo los derechos usurpados tiene miras siniestras, y el que se opone, las tiene justas. Yo soy el más salvaje de todos los escritores. A mí me consta que el señor General del centro del ejército restaurador, D. Juan José Carrera, ha llorado mil veces la suerte de su patria, y no desea otra cosa, que restituirle la libertad que ha perdido. Diremos también que este General tiene miras siniestras. Llamemos de una vez siniestro a todo lo justo, y salimos de todas las dificultades.

Por ahora le participamos al que esta encargado de hacer la impugnación del Semanario, que el publico esta desesperado por ver cuanto antes su papelucho, y que no nos haga esperar tanto su dificultoso y monstruoso parto. Si necesita saber quién es el autor del Semanario, para echarle al descuidoa1gunas flores retóricas, de las que se acostumbran a echar en otras faltas de justicia, quiero no negarle ningún material para que todo salga completo. El Seminarista es un hombre, su patria es el mundo; su porte, el que todos saben; su anagrama Dionisio Terrasa y Rejón, algo conocido en los diarios de México; su verdadero nombre es

 

Antonio José de Irisarri.