Sin titulo ["Algunos literatos atribuyen a la..."]. Influencia del clima en el carácter de los pueblos y acción de los gobiernos sobre éste. Véase también "Sin titulo ('Mi querido Cayo:...')" en Nº del 18 de noviembre de 1813

 

Algunos literatos atribuyen a la constitución física del país la fría indolencia y el estúpido letargo de a1gunos pueblos acerca de sus más preciosos intereses en medio de los movimientos críticos y de las coyunturas más difíciles y arduas. Esto proviene, dicen algunos, de la falta de fluido eléctrico en el aire, y de la crasitud de los alimentos. Pero ello es cierto que aunque lo físico del clima obre sobre la especie humana, las causas morales influyen con más fuerza. De aquí es que en un mismo país los hombres parecen otros en diversos tiempos y en diversas clases de la sociedad. El hombre corrompido y afeminado ahora en algunos puntos de la zona ardiente, fue virtuoso bajo el imperio de los Incas. Roma estuvo habitada por los conquistadores del mundo, y después por esclavos y viles. Ni el clima, ni el cielo, ni la tierra han variado para los griegos, hoy esclavos y embrutecidos, y en otro tiempo defensores generosos de la libertad.

El Gobierno, el gobierno es quien influye con más eficacia sobre las costumbres. Influyen, no hay duda, las opiniones, las leyes y la educación; pero todas estas causas están subordinadas al gobierno. Por eso el habitante de un país libre se diferencia tanto del que habita bajo un gobierno despótico: el que está sujeto a una aristocracia, es diferente del que vive bajo un sistema más humano y feliz. En aquel los habitantes se dividen en nobleza y plebe. Aquella es, las más veces, ignorante, y no trabaja en adquirir mérito, porque le sobra con el de sus antepasados, que tal vez fueron opresores del país. La falta de prendas civiles y apreciables se encubre con el quijotismo, y detrás de los retratos de sus abuelos. La plebe en este sistema es digna de compasión. No gozando de los derechos de ciudadanía, es extranjera en su misma patria. Aun los extranjeros suelen gozar de más consideración. Como los trastornos y conmociones del orden político no influyen en su suerte; como de ningún modo tiene parte en ellos, manifiesta una indiferencia estúpida en medio de los acontecimientos de mayor importancia. ¡Viva la Patria! Es su clamor en tales casos, venga bien o mal; no da otra señal de vitalidad política, ni aún entiende qué quiere decir Patria. En la clase de plebe entra el estado llano, puesto que nunca se eleva a los cargos distinguidos. Este estado llano es muy respetable y útil en las monarquías y aristocracias, porque en él hay luces, actividad, experiencia, honor y aptitud. Sin este estado la España y las otras monarquías se habrían acabado antes de ahora. Si en la crisis actual se hubiese confiado a él únicamente, se hubiera salvado la España. No obstante, en las Cortes de Cádiz han [ha] habido filósofos, y estos no han sido de alta jerarquía.

La naturaleza, decía un sabio, da los cuerpos; el clima contribuye al temperamento e índole; pero el gobierno modifica a la naturaleza y al clima. La naturaleza inspira a los hombres unas mismas pasiones; la fuerza o la debilidad de estas pasiones depende del temperamento de cada uno; mas el Gobierno dirige las pasiones dadas por la naturaleza, e impera sobre el temperamento. Unos mismos árboles varían notablemente por la diversa cultura. Los gobernantes son los que cultivan; los hombres, que son los mismos en todas partes por naturaleza, se diversifican entre sus manos; y según los cuidados que les merezca esta cultura, producen frutos agradables o perniciosos. El ilustre Montesquieu atribuye al clima una influencia demasiado grande sobre las instituciones humanas. Filangieri ha alegado razones fuertísimas contra su opinión. Lo cierto es que el despotismo establece igualmente su trono sobre las arenas abrasadas de la Libia, y sobre las nieves del Norte; en las llanuras fértiles del Indostán, y en los desiertos de la Scitia. Aunque abunden las almas débiles en las regiones cálidas, por la debilidad y sensibilidad mayor del sistema nervioso, y al contrario se hallen más almas fuertes en los países fríos; aunque el grito de la libertad se oyó, en el siglo anterior, hacia el Norte de América, cuando al medio día sólo resonaban los grillos; aunque las regiones ardientes y las más templadas hubiesen ya sucumbido al yugo sin más consuelo que el llanto infructuoso, cuando el indómito araucano peleaba con gloria por su libertad; sin embargo, hacen [hace] siglos a que el árabe vagabundo elude las cadenas, que arrastra el persa, el egipcio y el moro, sus vecinos. ¿Hay acaso tanta diferencia entre el clima de la Arabia y el de Caldea, Asiria y Marruecos? El tártaro indómito no habita una región más fría que el natural de Siberia; ni hay un mortal más endurecido, ni más esclavo que el ruso. El ruso y el japonés desprecia 1a muerte, pero vive en servidumbre.

Si el gobierno es, pues, quien forma a los hombres, se necesita de un gobierno regenerador para hacerlos republicanos, y defensores generosos de sus derechos y libertad.

Ha causado en el pueblo una profunda indignación la bárbara crueldad con que el Gobernador de Lima[6]ha tratado y trata actualmente a los súbditos de este gobierno, que puso en sus manos la negra alevosía de los enemigos interiores. Tanta atrocidad de parte de los realistas, obscuras y húmedas cavernas, trabajar en obras públicas, asesinar en alta mar a un oficial prisionero del ejército del General Belgrano; y de nuestra parte tanta moderación y humanidad con los prisioneros, súbditos del gobierno de Lima! ¿Quién no ve la necesidad de hacerle cuanto antes la intimación y amenaza de una justa represalia? Este es proceder usado en todas partes en iguales casos. Además, estos gobiernos jamás serán respetados hasta que formen una fuerza o una potencia respetable por sí y por sus relaciones, independiente y soberana, y que por todas partes se haga temer.

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[6]

Referencia al Virrey Abascal (N. del E.).